5 heridas de tu infancia que pueden afectar a tu hijo

Sin darnos cuenta, hay heridas de nuestra niñez que podrían afectar el desarrollo emocional de nuestros hijos, pues se encuentran en el inconsciente. A esto se le conoce como “la sombra en la cuna”.
¿Alguna vez has dicho “Yo jamás le pegaría a mi hijo” y, sin embargo, en medio del berrinche más ensordecedor terminas explicando: “Es que me hizo perder la paciencia y no pude más que darle una nalgada”? Eso que te hizo perder el control no fue el berrinche, su llanto ni mucho menos tu hijo, sino las heridas de tu propia infancia, según las cuales un berrinche era sinónimo de un buen chanclazo o había que aprender a no llorar en las noches, sabiendo que, por más que gritaras pidiendo auxilio debido al terror de estar sola, nadie acudiría a tu rescate.
Además, las creencias que tienes arraigadas sobre los niños y los berrinches son, en mayor o menor medida, las heridas de tu propia infancia que toman control sobre ti, influyendo en que reacciones instintivamente, y entonces ¡pum! Golpeas o gritas por primera vez a tu hijo. Tras el enojo, al ver su carita de tristeza que se cuestiona con dolor el por qué, la culpa te corroe y juras nunca más hacerlo… hasta que “te hace” perder el control de nuevo y así continúa el ciclo doloroso, en donde repetimos lo que juramos jamás volver a hacer.
Cuando el subconsciente toma el control
Otra escena: a las tres semanas de que tu bebé nació, te metes a la regadera –vencida por el cansancio y la desesperación de pensar que no tienes suficiente leche para tu hija–, buscando un lugar para estar sola al menos 5 minutos. En ese baño tocas fondo, no tienes fuerzas para vencer todos los miedos que van surgiendo en ti. Y entonces te cuestionas: ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Por qué siento tanto miedo a abandonarla si aquí estoy con ella? ¿Por qué me es imposible escuchar su llanto sin estresarme? ¿Por qué me siento tan sola y atada?
En esos instantes, quizá no eres consciente de que esa pequeña persona que depende totalmente de ti trae a flote tus miedos enterrados en el baúl del inconsciente; miedos irracionales que, de dejarlos pasar sin enfrentarlos, pueden convertirse en los miedos de tu hija o hijo, con los que también podría vivir el resto de su vida.
Según los más recientes estudios en neurociencia, el subconsciente humano se forma durante los primeros siete años de vida y el resto de nuestra historia es experimentada en un 95% a partir de las creencias implantadas de lo que creemos de la vida y de nosotros mismos. Así es: los miedos, traumas y limitaciones con los que crecimos pueden reaparecer, sin estar conscientes, con la llegada de nuestros hijos. Justo en ese punto, tenemos el poder de decidir qué hacer: si vamos a ponerle atención a lo que estamos sintiendo para transformarlo o si lo ignoramos por el terror de reencontrarnos con esos sentimientos dolorosos.
El gran problema es que, si no nos atrevemos a ver de frente nuestras emociones, si les huimos buscando que la nana los cargue cuando lloran y evitando a toda costa sentir de nuevo aquello viejo que nos incomoda, perderemos la preciosa oportunidad de sanarnos y, peor aún, a nuestros hijos podríamos heredarles y sembrarles esos miedos y heridas que tanto nos han dolido, cuando era lo último que queríamos hacer.
Las 5 heridas principales de la niñez:
- Rechazo
- Abandono
- Humillación
- Traición
- Injusticia
Heredando nuestras sombras
Puede ser que nuestros padres estuvieran físicamente muy presentes en casa, pero que recordemos de ellos un abandono emocional. Como sea, todo niño tiene “sed de saciar” cinco necesidades primordiales para su desarrollo emocional y social:
- Ser escuchado
- Ser visto
- Ser atendido
- Ser aceptado por quien es
- Sentir que pertenece a un núcleo o grupo
No existe una fórmula mágica para dosificar el grado en que cada pequeño requiere atención en cada una de estas necesidades. Por eso, como padres hay que estar conectados, desde el corazón, con lo que nuestros hijos muestran, expresan y piden, además de regresar a nuestras necesidades de la infancia para sintonizar, en el presente, con los pequeños.
¿De qué manera se da el abandono emocional? Al no permitir que nuestros hijos sientan emociones “negativas”, negándolas o mandándolos solos a su cuarto cuando lloran, o al no atender su llanto con la errónea creencia de que “te va a tomar la medida”. Con buenas intenciones, el mensaje que en estos casos estamos dando es: “No te acepto cuando estás enojado, triste o frustrado; no puedes regular tus propias emociones, así que lidia tú solito con ellas y cuando estés listo y seas un ‘buen niño’, regresas”.
¿No podemos lidiar con las emociones de nuestros hijos o con las nuestras? En realidad, nuestra reacción inconsciente ante sus sentimientos nunca es un tema de ellos; en cambio, siempre es el resultado de la negación de nuestros propios sentimientos en la infancia, pues nos duelen tanto que no los toleramos en otras personas. Sí, duele y mucho porque, en el fondo, es nuestro niño interior que aprendió a desconectarse de sí mismo, a negar sus sentimientos “negativos”, a negar quien es para ser aceptado por la fuente de amor y supervivencia primordial, o sea, sus padres.
Así, sin quererlo heredamos nuestras sombras. Así de poderoso es el subconsciente y así de importante es educar con conciencia.
Una maternidad consciente
No se trata de juzgar a nuestros papás, quienes hicieron todo por darnos lo mejor desde el conocimiento que ellos tuvieron. Sin embargo, hoy tú tienes el poder de educar con conciencia para permitir que tus hijos sepan quiénes son, cuánto valen y qué tan seguro es este mundo al que llegaron.
Los niños nos dan el gran regalo de reflejar aquellas heridas de nuestra infancia que nos han dolido y limitado, a fin de sanarlas si las hacemos conscientes. Cuando te llegue una emoción difícil de sentir, acepta tu dolor empolvado como tuyo y, en vez de regañar a tu hijo, haz una pausa, respira profundo y despacio, y recuerda esto: “No es mi hijo el responsable de lo que siento; esta emoción es mía y está aquí para sanarla”.
¿Tu pequeño aprenderá lo que hay que hacer en momentos de enojo y frustración? Sí, a través de la calma, la empatía y el amor. La Maternidad y Paternidad Consciente (Educar con Respeto y Amor Incondicional) es un método y un camino de transformación que implica educar desde nuestra grandeza, atreviéndonos a ver las sombras de nuestro pasado para trabajarlas junto a nuestros hijos, nuestros pequeños grandes maestros. Es la manera de evolucionar, pues el futuro de la humanidad se redefine con cada nueva generación de mamás y papás. ¡Y ésta es la generación de mamás y papás conscientes!
Clase gratis con Sofía Díaz
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