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Alimenta tu paciencia de mamá

Tal vez sea la virtud que más pone a prueba a una mamá por primera vez y la que, de no desarrollarse, puede limitar los avances y logros de un hijo.

“¡Lo quiero, como yo lo quiero y ahora mismo!”. “¿Cuándo va a gatear como los demás bebés de su edad? ¿Por qué tarda tanto en dejar el pañal?”. Tenemos derecho a exigir lo que deseamos justo cuando lo queremos. Sin embargo, la vida no siempre nos lo va a entregar en el momento. Aquí es donde la paciencia juega un papel definitivo en la forma como nos sintamos mientras lo anhelado sucede o no.

¿Cómo puede definirse? La paciencia es la virtud que nos permite estar en paz sabiendo que lo que nos importa está avanzando a su máximo ritmo posible, aunque queramos que sea más rápido.

Hay bebés que aprenden a caminar antes de cumplir un año de edad, otros tardan mucho más como parte de un proceso normal. Algunos bebés logran hablar muy pronto, otros se tardan muchos meses sin decir palabra y de repente pronuncian una frase casi completa. La paciencia tal vez sea la virtud que más pone a prueba a las mamás por primera vez.

Dado que nunca antes han recorrido el camino de ver crecer y educar a sus hijos, muchas veces les gustaría que, por el bienestar de los niños, pudieran lograr avances en determinado tiempo, especialmente cuando los comparan con otros de la misma etapa. Sin embargo, la mamá con paciencia logra maravillarse con el progreso inesperado de su bebé: se sorprende gratamente cuando dice por primera vez “mamá” o cuando por voluntad propia trata de ponerse de pie para dar sus primeros pasos.

La impaciencia que obstruye y daña

Irónicamente, la falta de paciencia de la mamá por primera vez puede bloquear el progreso de su bebé. Cuando se esfuerza por alcanzar un juguete, su mamá se desespera porque no lo logra y se lo acerca a las manos. Esta inocente acción impide que el bebé asocie esfuerzo con resultado e influye en que tarde más tiempo para alcanzar los objetos a ciertas distancias. Su mamá se desesperará aún más de ver que su bebé sigue creciendo y que no desarrolla las habilidades motrices que espera para su edad, al tiempo que ella misma continúa acercándole los juguetes porque se siente desesperada y preocupada.

Esta situación puede aplicarse a la velocidad de desarrollo de cualquier otra habilidad del bebé, por ejemplo, caminar, comer sólidos, sostener un vaso entrenador, controlar esfínteres, leer y escribir, o entrar a una habitación oscura.

Veamos el caso de una joven mamá y exitosa ejecutiva que imprime un gran sentido de urgencia a sus tareas. La vida también le ha bendecido con un hijo sano, quien desde bebé parece tener nata la virtud de la paciencia. En gran medida, ella le atribuye el contar con un proyecto de vida feliz al hecho de nunca dejar para después lo que puede hacer hoy. Gran decepción se lleva cuando piensa que ya es momento de que su bebé comience a aceptar las papillas, pero no muestra la menor prisa por ampliar su menú.

Al cabo de varios días, la paciencia de la madre empieza a agotarse porque su bebé no da signos de avance y cada vez le cuesta más trabajo lograr que coma las nuevas papillas que ella misma prepara. El bebé suele escupir la comida, se distrae y no abre la boca cuando ella se lo pide. Mientras más pierde la paciencia, mayor es el esfuerzo y el resultado no mejora. Tiene muchos proyectos importantes en su trabajo y piensa que no tiene tiempo para perder en enseñarle a comer a un bebé de pocos meses de edad.

Un día como cualquier otro, esta mamá recibe una sobredosis de desesperación: justo antes de salir de la oficina hacia su casa, su jefe la llama para avisarle que el proyecto en el que ha venido trabajando desde hace meses va a retrasarse hasta el siguiente año. “¡Esto es el colmo! ¡Lo único que me faltaba! ¡Nada sucede cuando debe suceder!”, dice ella. La muy poco paciente ejecutiva que ya tenía indicios de úlcera estomacal siente un fuerte mareo y pierde el conocimiento para despertar varias horas después en el hospital. Tendrá que permanecer internada algunos días bajo observación médica. Ahora, con un gran dolor y daño a su cuerpo, deberá aprender la paciencia que no quiso entrenar con lecciones más nobles.

Durante su estancia en el sanatorio, se da cuenta de que, no importando cuánto esfuerzo haga, los proyectos y la gente sólo van a avanzar a su máximo ritmo posible, sobre todo porque el proceso no depende de ella totalmente.

Por más esfuerzo que realice, no se va a curar más rápido de lo que su cuerpo pueda lograr. El hecho de que a ella no le guste la velocidad a la que su hijo aprende, no logra adelantar el momento en que va a aprender. Trabajar horas excesivas en un proyecto no siempre hará que suceda antes de lo previsto. Cada persona escoge el tamaño de la lección de vida que le obliga a comenzar a desarrollar la virtud de la paciencia.

Una marca de por vida

Después de varios días internada, esta mamá por primera vez ha aprendido que la paciencia es una virtud muy valiosa que, además, le brinda mucha paz. Al regresar a su casa, en vez de perder la paciencia porque su hijo no ha aprendido a comer, opta por agradecer la bendición de tener un hijo sano que aprenderá a comer el día que aprenda a comer.

Comienza a hacerle la comida con paciencia, disfrutando los preparativos, y se sienta a comer con él, pero su bebé se comporta según lo acostumbrado. No abre la boca y escupe la comida, mas ella decide ya no desesperarse.

No se sorprende de que su bebé se comporte así, aunque él sufre una terrible decepción: continúa escupiendo la comida, pero no obtiene el resultado esperado, es decir, ya no logra desesperar a su mamá. Tira la cuchara y se ensucia la cara con la papilla, pero tampoco funciona; su mamá no se desespera. La situación alcanza un nivel de crisis. El bebé comienza a gritar, le pega a la mesa y patea su propia silla, pero nada de esto logra descontrolar a esta nueva y muy paciente mamá por primera vez.

Cuando una madre se desespera con su bebé, pronto podrá olvidar el evento, pero el niño recibirá una marca que tal vez dure para el resto de su vida. Es mucho más efectivo aplicar consecuencias con paciencia, que derramar la desesperación sobre los demás.

Pasan varios días, mientras el bebé se comporta cada vez peor, y su mamá se ha vuelto inmune a la desesperación. Finalmente, él se cansa de no poder manipularla y decide abrir la boca y aceptar la comida que ella le brinda. Esta paciente mamá lo felicita, le da un beso y lo toma en sus brazos al final de la comida, pensando que debió haber aprendido esta virtud mucho más temprano en su vida, incluso de su propio bebé.

4 ideas para ser más paciente

¿Cómo desarrollar paciencia sin esperar que una crisis de desesperación nos obligue a la fuerza? Al igual que cualquier otra virtud o habilidad, la paciencia puede desarrollarse gradual y constantemente con diferentes ejercicios y de diferentes maneras.

Para empezar, realiza cada día actividades importantes que sabes que no vas a terminar pronto, por ejemplo:

  • Lee pocas páginas de un libro muy largo que te guste mucho (poco contenido se retiene mejor). Ponte un horario fijo para continuar la lectura y espérala con ilusión.
  • Siembra una planta en tu casa y observa cómo germina y crece a su máxima velocidad posible. Ponerle demasiada agua o estirarla para que crezca más rápido sólo tendría un efecto contrario.
  • Arma pocas piezas de un rompecabezas y goza los pequeños avances.
  • Haz una rutina diaria de ejercicio durante 15 o 20 minutos y disfruta los cambios leves y graduales en tu postura, elasticidad y fuerza.

info@femhom.com

Coach, consultor personal y director general de FemHom Consultores. Papá de dos hijos y autor de los libros Tu propósito de vida en pareja, La ley de tus razones y otros. info@femhom.com

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