
La combinación de la maternidad con el trabajo, independientemente de la situación, debe hacerse con gusto y no sentirse culpable por sacrificar una carrera o el tiempo que se dedica al bebé.
Cada vez somos más las personas polifacéticas que estamos interesadas en desarrollar distintos roles, facetas y talentos para enfrentar positivamente los desafíos de la vida cotidiana. El reto más común es ser una mamá por primera vez que también trabaja.
En general, las personas quieren tener una vida plena que incluya éxito profesional, relaciones interpersonales positivas y productivas, y gozar de buena salud. Cuando una persona estornuda una vez, los demás le dicen “¡Salud!”, la segunda vez que lo hace le dicen “¡Dinero!” y la tercera “¡Amor!”. He ahí la fórmula de la felicidad: la combinación equilibrada de la salud, la compañía que más amamos y el éxito en lo que nos gusta hacer.
La paradoja de la vida consiste en que nunca hay tiempo suficiente para atender estas tres prioridades. Si me dedico demasiado a mi carrera, entonces no le hago caso a mi pareja e hijos. Si me dedico como quiero a mi pareja e hijos, por lo tanto se deteriora mi carrera profesional. Si trabajo muchas horas sin descanso, seguramente me enfermaré de algo. Parecería que las tres prioridades de vida están encontradas entre sí y que no es posible lograr lo que uno desea. Sin embargo, sí hay personas que logran obtener esas tres bendiciones, a quienes quisiéramos preguntarles ¡cómo le hacen!
Hijos tras la luna de miel extendida
Hablemos de una circunstancia cada vez más frecuente: cuando una pareja decide tener a su primer bebé después de haber gozado juntos una vida plena, gracias a que han tenido un doble ingreso y pocos compromisos financieros. En ausencia de hijos, su agenda de actividades ha sido bastante holgada. Durante este período de “luna de miel extendida”, la pareja tiende a dejar de crecer. Dicen por ahí que, cuando el camino se pone fácil, seguramente es de bajada y en efecto, cuando una pareja pasa un tiempo prolongado de sólo gozar las bendiciones que la vida les brinda, uno o ambos interrumpen su crecimiento.
De repente llega el primer bebé y la demanda de madurez personal se dispara. Ambos tienen que ser más pacientes, más perseverantes, más disciplinados. La necesidad de aplicar una gran cantidad de virtudes que se dejaron de desarrollar ahora los agobia y comienzan los problemas de todo tipo. La relación de pareja se complica y llena de estrés porque el hombre puede sentirse ignorado y la mujer percibirse como poco atractiva o poco apoyada. En cambio, las parejas que sí se dedicaron a desarrollar sus virtudes durante su “luna de miel extendida” tienden a disfrutar muchísimo la llegada de su primer bebé y logran estrechar su relación aún más.
Valor y carencias personales
Si una mamá por primera vez que trabaja tuviera una carencia nata de dignidad (la virtud que le permite darse valor a sí misma, independientemente de sus resultados o de los juicios de los demás), es muy probable que cuando llegue su primer bebé se sienta incompetente en su trabajo o en la proyección de su carrera. Quizá se sienta poco amada y con ello la depresión posparto le afecte muy profundamente. Por supuesto, estar ausente de su trabajo le puede crear inquietud y la sensación de incertidumbre profesional. Es natural que cuando se está recuperando del parto se sienta poco bella, pero ninguna de estas situaciones debería hacer que su valor personal disminuya.
Como resultado de esta sensación, es probable que la mamá por primera vez que también trabaja quiera regresar a su trabajo para sentirse útil nuevamente, lo cual se manifiesta de manera insistente en su pensamiento y con mucha ansiedad. Este es el momento perfecto para desarrollar dignidad. El amor o el valor que una mamá se da a sí misma no debe depender de sus logros o estatus: debe darse ese valor cuando le va bien y no tan bien.
¿Existe el balance entre maternidad y trabajo?
Lo primero es ver con realismo si el ingreso de la mamá por primera vez es apremiante para mantener los gastos del hogar. Si es así, entonces la mamá que trabaja puede disfrutar de los beneficios por ley y regresar a su trabajo con gusto y con el orgullo de poder aportar a la casa con el producto de su trabajo y su talento.
Si la situación familiar es más afortunada y se pueden sobrellevar los gastos sin los ingresos de ella, entonces existe una oportunidad única para evaluar y replantear la carrera. ¿Es la etapa de tener hijos pequeños una buena oportunidad para balancear la vida profesional con el rol de ser mamá (que tanto se disfruta)? En estos casos y si la mamá desea seguir trabajando porque lo disfruta, podría buscar facilidades o esquemas que le brinden flexibilidad de horario y lugar, como freelance, trabajo desde casa, emprender un negocio de medio tiempo, dar clases o asesoría, etc.
Independientemente de la opción que se escoja para balancear el trabajo con su papel de mamá, debe hacerlo con gusto y sin sentirse culpable por sacrificar una carrera o el tiempo que dedica a su bebé. Si la mamá por primera vez que también trabaja escoge darse como regalo la oportunidad de trabajar, elige también otorgarse la oportunidad de ser mamá; entonces el menú de opciones de balance entre ambas prioridades se va abrir. Una mamá por primera vez que también trabaja vale simplemente por ser una mujer.
Su valor personal no depende de su ingreso, ni de su proyección de carrera, ni tampoco del tiempo que dedica a sus hijos. Cuando una mamá por primera vez que también trabaja logra entender que ella vale por ser ella, entonces su trabajo florece, su carrera avanza y, sobre todo, da el mejor regalo que puede darle a su bebé: una mamá por primera vez que también trabaja y sabe ser feliz.
La fórmula de la felicidad es la combinación equilibrada de la salud, la compañía que más amamos y el éxito en lo que nos gusta hacer.
Sobre el autor
José Luis Quintero es coach, consultor personal y director general de FemHom Consultores. Puedes escribirle a info@femhom.com.