
Con tal de no lastimarlos y no lidiar con culpas, hemos entrado a una dictadura infantil en que los niños son el centro de la vida familiar y social.
En generaciones anteriores no se tomaba en cuenta la autoestima de los niños ni sus puntos de vista, pero actualmente la mayoría de los padres entienden que ningún menor de edad debe ser abusado física, verbal o emocionalmente, y que existen formas mucho más empáticas y eficientes de lograr que un niño escuche, sin mandatos autoritarios y sin miedo.
Por supuesto ha sido un gran avance. Sin embargo, del autoritario “Te callas y obedeces” que los hijos recibían hace 40 o 50 años, saltamos directamente al otro extremo y dimos un pendulazo, en gran medida provocado por el sentimiento de culpa que llega al tener que trabajar fuera de casa y dejar solos a los hijos buena parte del día.
Entramos a una dictadura infantil en que los niños son el centro de la vida familiar y social, y en donde los padres se sienten tan culpables por “el tiempo robado a sus hijos” que casi les piden permiso para salir al cine o a divertirse un rato sin ellos. Los niños necesitan límites para sentirse seguros y lograr ser independientes. Sí, los niños tienen derechos, pero tenemos que enseñarles responsabilidades. No hemos podido llegar a una posición equilibrada, todo ello apoyado por las instituciones educativas.
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Si le gritaste o le dijiste algo que no querías, pídele perdón que eso no te hará perder autoridad ante tu hijo sino, al contrario, le enseñarás empatía e inteligencia emocional.
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Organizar la vida alrededor de los niños y en función de ellos, y ceder a todos sus caprichos es tanto como enseñarles algo que al crecer no será real. ¿Qué clase de adultos queremos educar? Esto depende, en gran medida, de cómo manejemos la disciplina en sus primeros años, fijando más la atención en la realidad que les espera y no tanto en calmar culpas de forma inadecuada. ¿Le quieres enseñar a tu hijo que divertirse o descansar al ser adultos es malo?
Llamar la atención no es un juego
Los niños, desde bebés hasta adolescentes, están siempre dispuestos a llamar la atención y no siempre de la mejor manera. En la mayoría de los casos nos enganchamos con ellos en un “juego” muy desgastante. Aunque no creas, a los niños no les importa si los padres los regañan, alaban, apapachan o les gritan, con tal de captar totalmente nuestra atención. Claro que, en el momento, si uno regaña a un niño, no le va a encantar, pero lo va a preferir –dos contra uno– a ser ignorado.
Todos tenemos necesidad de cariño, compañía, admiración, contención o apoyo en los problemas, estímulos intelectuales, reconocimiento, diversión, descanso y esparcimiento, entre otros. ¿Por que entonces enseñarle a un niño que es malo que un adulto tenga derecho a tiempo privado o a actividades sociales sin los hijos? Ellos captan inmediatamente cuando te sientes culpable y empezarán a manipular.
¿Qué hacer, entonces, si tu hijo está dictando las bases de la educación en casa, gritando, insultando o aventando cosas cuando no obtiene lo que quiere, en el momento que lo quiere? debemos aplicar límites sanos. Tomemos como ejemplo a un niño gritón y berrinchudo, pero puede aplicarse a la mayoría de las conductas negativas:
- Primero hay que distinguir entre lo que es un coraje sano y un berrinche. El enojo es igual de natural que la alegría, sólo que nunca decimos: “Ya no te rías tanto” pero es muy común que digamos “No te enojes”.
- Califica el hecho y no a la persona. Dile: “Te quiero mucho pero no me gusta que pidas las cosas a gritos y así no entiendo lo que quieres”. Es diferente decir: “Este comportamiento no me gusta y no lo voy a permitir” a calificarlo como: “Eres un niño berrinchudo y gritón”, ya que los niños interpretan que son niños malos y que, por tanto, ya no los van a querer.
- Tienes que ser congruente lo más que se pueda. Si un día pones un castigo severo por una acción, a la siguiente no puedes tratar de apapacharlo por lo mismo o sólo lograrás más confusión.
- En cuanto empiece a controlarse, hazle más caso para que note la diferencia, pero dale tu completa atención. Así más pronto que tarde irá bajándole a los gritos o berrinches.
¿Qué hacer en lugar de castigarlo? Aplica el refuerzo positivo